Reflexiones dedicadas
a María Montemayor De Teresa quien me contagio su sensibilidad artística
Hace 3 años aborrecía el arte moderno, cuando pensaba en
este tipo de arte me imaginaba el típico cuadro con un punto negro en medio que se
titulaba “punto negro en el centro” y a miles de personas con aspecto
intelectual observándolo por horas con una mirada de reflexión MUY profunda. Creía
que había de dos sopas: o era la historia del traje del emperador dónde todos
aparentaban veían algo que no había, o bien, yo no era lo suficientemente
inteligente o sensible para entenderlo.
Al evocar la palabra arte venía a mi mente el David o la
Capilla Sixtina. Para mí el arte era algo armonioso que obedecía a los canones
clásicos (sí, en el sentido griego y renacentista). Bajo esta lógica es
imposible pensar que un cuadro basado en latas de sopa Campbell pueda ser arte
y menos que los cuadros de Rothko o Pollock obedezcan a los canones clásicos.
Con esta mentalidad llegué a vivir a Nueva York, donde mi
intensidad por conocer TODO me llevó a visitar museos como el MOMA, el
Gunguenheim y el Whitney. Estas visitas las empecé a hacer acompañada con mi
querida amiga María con la que recorría pieza por pieza discutiendo qué trataba
de decir el artista con cada una. Después de esto se volvió un placer observar
los cuadros, esculturas o cualquier pieza artística buscando su significado.
Hace unos días mi papa me comentó un pensamiento que escuchó
en la radio que articulaba mi sentimiento al arte. En la primera edición de Enfoque, Leonardio Curzio
entrevistaba a una mujer que trabajaba con niños, ésta comentaba que ya no se
le preguntaba a los niños que pensaban o sentían y que su labor consistía en lograr
esto. El Dr. Curzio la cuestionó sobre cómo usaba el arte para esto, a lo que
ella respondió cómo si fuera un hecho evidente: es que para eso es el arte. El
reportero, al que admiro, respondió que era cierto.
El arte para mí es un ejercicio para explorar mis
pensamientos y sentimientos. Es un espejo dónde veo mis inquietudes sobre la sociedad y mi incidencia en la
misma, así como mis ilusiones para mejorarla. Ahora bien, el arte moderno logra
mejor este fin, porqué los artistas vivieron una época más cercana a la mía
(sino la misma) por lo que el espejo está menos distorsionado y con esto los
valores que vivo a diario.
Por lo que cuando ahora me topo con un punto negro, no me
preguntó que hay sino que pienso y siento cuando lo veo, hay veces que nada,
pero la mayoría de las veces sí y es una forma de conocerme a mi misma y a la
sociedad. Por eso amo el arte moderno.