Opiniones sobre libros, series y películas

Si bien abrí este blog hace 9 años, para compartir reflexiones sobre diferentes temas, hoy me doy cuenta que lo ideal es aprovechar este espacio para compartir mis opiniones sobre los libros que leo, así cómo series y películas relevantes. Pues, al final mucho de ellas son espejos que nos permiten explorar esas ventanas de cómo nos vemos. Con esto busco dar ideas a las personas que buscan qué leer o ver y poder dialogar sobre estos.

viernes, 14 de enero de 2022

El fin del Amor

 Este libro que se volvió uno de mis preferidos te cuestiona sobre los feminismos, el amor, el matrimonio desde el patriarcado y capitalismo. En épocas donde las conversaciones sobre el amor, las relaciones y la sexualidad cada vez son más frecuentes es necesario entender de dónde venimos, de qué hablamos y hacia dónde vamos para construir y cambiarlo es necesario verlo desde otros lugares.

Tamara lo hace desde su historia como una joven de Buenos Aires, de clase media y perteneciente a una comunidad judía ortodoxa que se animó a abandonar para perseguir su propio deseo por fuera de lo escrito por siglos de culturas patriarcales moldeado muchos destinos. La autora traza una línea transgeneracional y situada en el corazón de un barrio llamado Once en él que abuelas, madres y jóvenes repiten un esquema el cual ella debe decide desviarse en busca de su propio deseo: estudiar, trabajar, escribir y salir con chicos no judíos, etc. En este viaje se encuentra con un nuevo universo de estructuras heteronormadas mucho más sutiles que las que conocía, pero no por ello menos limitantes. En este acto experimenta y genera sus propios marcos de referencia para construir un feminismo como herramienta para entender el mundo y sobrevivir con alegría en él. La autora se sumerge en la incomodidad que supone ser feminista habiendo sido criada en las bases del patriarcado con la mirada puesta en lo masculino y los privilegios de estos. Tamara entiende que ese asunto no es meramente individual, sino que tiene una imperativa colectiva.

Los conceptos de qué es el querer, la normalización de ciertas violencias que se hacían pasar por amor y el sexo dejando de ser tabú donde sólo algunas personas pueden disfrutar están en conversación constante de nuestras cabezas, charlas con amigxs y medios de comunicación. En este sentido, las que no sabemos “dejarnos llevar” escribe la autora, pensar y escribir sobre estas cuestiones es una forma de acompañarnos.

La autora señala cómo desde el feminismo hablamos a la necesidad de deconstruir el amor romántico y la familia tradicional a veces parece que pensáramos que son parte de lo mismo pero la historia de estas dos instituciones es más compleja. Argumentando que la historia de estas dos instituciones es más compleja y esto nos ayuda a las mujeres del siglo XXI entender por qué no se es mucho más difícil quitarnos de encima la idea del amor romántico que del matrimonio. Lo que hoy consideramos amor romántico, la idea de qué una pareja debe ser fundada solamente en la atracción mutua y libre de 2 personas que son la una para la otra la más importante es una institución jovencísima comparada con su institución tatarabuela: el matrimonio. La autora cita el libro de historia del matrimonio de Stephanie Coontz que reconstruye la institución matrimonial. Su objetivo es mostrar que la idea de casarse por amor era considerada una ridiculez. Haciendo un recorrido histórico muy interesante que recomiendo leer. La autora señala que reconocer que hay una ruptura entre los conceptos de amor romántico y el matrimonio es importante para mirar que liberarnos de uno no significa sacarnos de encima el otro. Son movimientos distintos con costos distintos y con dudas distintas. La idea de matrimonio surge desde el sedentarismo y está relacionado con valores colectivos. Mientras el relato del amor romántico se relaciona con el desarrollo de la modernidad y con las ideas de individualidad, y libertad. En este sentido, con el amor romántico surge la idea del amor prohibido, que vemos desde Romeo y Julieta hasta las telenovelas de Thalía. El individuo enamorado se recorta el grupo social al que pertenece y el amor produce el reconocimiento del individuo como tal. Ese individuo ya no vale por la cultura que representa, por la familia en la que nacido o por los valores que se le han enseñado, nada de eso importa, el amor sobre toda la diferencia social. El amor romántico es un efecto de la subjetividad moderna pero no sólo eso podríamos decir que la produce y la refuerza al cuestionar las instituciones tradicionales como la familia el clan o la patria. El amor tiene el potencial de volvernos mucho más especiales y distintos que nuestros apellidos o procedencias pero también divide y no separa de aquello que se suponía que éramos o debíamos ser. Con esta retórica, se desvincula el amor con el dinero, siendo esto una de las falacias más grandes.

Parte del trabajo de deconstrucción que hay que hacer sobre el amor romántico implica visibilizar que está disociación entre el amor y la economía es una ficción ideológica en el sentido más literalmente marxista que oculta en las relaciones de poder subyacentes. Cuando las economistas feministas dicen “eso que llaman amor es trabajo no pago” en referencia las tareas de cuidado que recaen sobre las mujeres están hablando de esto. La mujer se sacrifica por amor no lo hace en el vacío lo hace en el contexto en el cual aparentemente el amor es el único camino posible que tiene para una vida con sentido, hacia la trascendencia. En cambio, el varón trasciende a través de su creación, de su trabajo productivo, de su poder de conquista. Por eso una mujer puede hacer infinitas cosas, pero si no tiene un amor socialmente será reconocida como vacía como su qué sujeto incompleto. De aquí la autora hace un recorrido cómo empiezan a cambiar las expectativas de pareja a través de los años, hasta el día de hoy donde se aceptan diferentes parejas y no hay tanto tabú social.

También aborda cómo el discurso de pareja como trabajo está en todas partes. Una pareja ya no es algo dado que se hace y sostiene sólo, hay que mantener la pasión, hay que comunicarse, aunque una esté cansada o superada por actividades cómo el cuidado, trabajo o ambas. Habla de la presión constante para tener pareja y la ansiedad que eso causa. La autora señala como las feministas de la 1a generación cómo Betty Friedman mostraron cómo el patriarcado propone modelos de felicidad p.e. ser esposa y madre es el único camino para una buena vida. 

"El patriarcado no se mete solamente con nuestras conductas se mete también con nuestros deseos nuestros sueños y nuestras aspiraciones." En este sentido, en los deseos de una pareja, el capitalismo ya no nos habla de la idea del sacrificio femenino por el hogar o por el amor, si no se nos habla del esfuerzo del trabajo y hasta el mérito de mantener una pareja. A esto se suma un contexto donde hay vínculos fríos debido a la precariedad laboral que vivimos, así como la descomposición de viejos lazos familiares y comunitarios pone una presión enorme sobre la pareja cómo uno de los únicos pocos puntos de apoyo que quedan de pie. Tu pareja de pronto debe satisfacer todas tus necesidades tiene que ser tu mejor amigo, tu confidente, tu semental, tu compañero de viaje. No hay cosa que no puedas hablar con él, ni lugares a los que prefieras ir con otra persona, es todo tu universo. La armonía conyugal que antes era un mandato moral se reciclo como parámetro de éxito. Cambia los roles de género o ya parecen algo más velados ya no se trata sólo de criar hijos lindos en una familia de buenas costumbres. Aparecen las demandas de placer y de la recreación.

La autora habla del escrutinio permanente en el que vivimos por el bienestar especialmente en las redes sociales que es una fuente inagotable de ansiedad. Lo cual nos cansa, pero también nos hace sentir culpables por sentirnos cansadas. La autora plantea que el feminismo no consiste en cuestionar el deseo de las otras, si no el propio, aunque sea doloroso, sobre todo cuando las sensaciones que eso que anhelamos no nos está haciendo bien.

La autora cuestiona la monogamia que puede tener un montón de ventajas y virtudes, pero qué tan probable es que nos funcione a todas habiendo tanta diversidad de disposiciones sexuales afectivas y personales. Si entendemos la monogamia en términos estrictos con una pareja sexo afectiva para toda la vida, ya casi nadie la vive así, cómo explicaba Deborah Anapol, psicóloga clínica y una de las fundadoras del movimiento del poliamor en los 80. La mayoría de las personas que hoy se identifican como monogámicas, practican lo que ya llama como monogamia serial múltiples relaciones monogámicas sucesivas complementas con algún affaire secreto cada tanto.

Recuerda como en la perspectiva del feminismo marxista hay una relación muy estrecha entre la monogamia y la opresión, Argumentando que la dominación por el hombre en el hogar era tampoco natural como la del capitalista sobre los obreros. La dominación de la mujer indica la autora por parte del varón, fueron reconstruyendo las investigadores feministas no era ni una verdad universal ni una historia lineal. De hecho se presume que en algunas sociedades de cazadores recolectores del neolítico la caza de animales pequeños y recolección que en general llevaba a cabo las mujeres era más importante para la supervivencia de la tribu de animales grandes tarea exclusivamente masculina. La monogamia vino con el sedentarismo. e impuso restricciones la exigencia de la virginidad antes del matrimonio, exclusividad una vez contraído el matrimonio y disposición permanente para su esposo. Este control de la sexualidad no es un accesorio ,ni una casualidad, ni una necesidad biológica o natural como sostuvieron algunos, sino que es una condición histórica y política que fue instrumental para la dominación política y económica de las mujeres por parte de los hombres. Esta escala de valores se manifestó en fenómenos históricos documentados Ej. en Caliban y la bruja Silvia Federici sostiene que la persecución de las brujas en Europa y el nuevo mundo es un factor clave para la construcción del capitalismo moderno.

Desde acá las mujeres ya no estamos seguras. El patriarcado nos recomienda que nos consagramos a un varón para evitar la violencia de todos los demás. La monogamia heterosexual nos ofrece protección. Lo curioso es que las estadísticas actuales no coindicen pues datos de OSC de Argentina (que coinciden con otros países de la región) muestran que el 61% de los asesinos de mujeres eran la pareja o ex pareja de la mujer. ¿Entonces no que nos iban a proteger? Propone como alternativa el amor libre que define como desprenderse de la convicción de que ese otro nos pertenece.

Nos hace mirar que a veces consideramos como el único modelo de libertad sexual es el asimétrico consumista que nos ha mostrado la masculinidad hegemónica creyendo que esta es una acción feminista. Nosotras controlando todo y mintiéndole a los demás usándolos. Pero esa voluntad de dominio sobre los demás no tiene nada de feminista ni de amor disruptivo. La autora señala que cualquier vínculo real implica poner en jaque el egoísmo.

La autora señala que pensar en la pareja contemporánea le produce dos tipos distintos de frustraciones. La 1era lo complicado 1ue es reconocer hasta qué punto las mujeres todavía estamos gobernadas por normas que nos subordinan política y económicamente. Y salir de los lugares en los que a veces nosotras mismas alimentamos y reforzamos porque nunca tuvimos tiempo espacio ni dinero para aprender a hacer otra cosa. La 2da frustración son los nuevos problemas los que los que vienen con las nuevas tecnologías del modo que nuestras identidades se construyen cada vez más en el mercado y las formas en que la lógica de la aspiracionalidad y el consumo invade en cada rincón de nuestras vidas.

En este sentido la autora aborda cómo la tecnología ha potencializado el mercado del deseo, narrando la evolución de internet donde antes era para conocer gente lejos y ahora se utiliza de otras maneras que causan ansiedades. Para buscar pareja con las apps, para mantener contacto con la pareja, todo esto observa causa ansiedad pues muchas veces las mujeres por la exigencia social de encontrar pareja, les causa ansiedad el ghosteo y expectativas. Habla de la "ética de belleza" (citando a Naomi Wolf) impuesta por la tecnología e influencers, para vincularlo con salud y hasta trabajo, donde existe una gordofobia espantosa.

Habla de la importancia de la educación sexual qué hable y tome en cuenta el placer conversar sobre el deseo femenino es clave para educar a mujeres hombres libres y con herramientas para identificar denunciar y sobrevivir a la violencia sexual. Me parece interesante que la autora señala que la consigna que más le gusta de todas de las que circulan en los feminismos argentino “nos mueven el deseo” porque marca un camino diferente al de la venganza, de la demanda protección que muchas veces infantiliza y nos revictimiza. La autora aborda la cultura de la violación la en la cual señala que ni todos los hombres son violadores ni cualquier situación de abuso o acoso es equivalente a una violación y que el ser machista no te hace merecedor de un castigo penal. Citando a Audrey Lorde dice que “con las herramientas del amo no vamos a desarmar en la casa.” Dice que es importante reconocernos todavía feministas y aborda el concepto deconstrucción que viene del filósofo francés Jaques Derrida. En su vertiente popular deconstruirse significa cuestionar los mandatos de género. Pero hay un importante elemento que la autora señala que debemos volver: La deconstrucción no proporciona un sistema de valores claros con el que ordenar lo que se debe y lo que no se debe hacer no sirve para separar lo bueno de lo malo y mucho menos a los buenos de los malos.

La autora habla sobre el consentimiento señalando que no es no pero que algunos sí son cuando menos dudosos justamente porque el modo en el que aprendemos a tener sexo está teñido de una ideología compleja y es consecuencia de una cultura en la que el deseo femenino es tabú. Eso es la cultura de la violación para poder decir que sí o que no tenemos que poder hablar de sexo pensar en el sexo y ponerle nombre a lo que sentimos. Lo que no se puede decir no se puede protestar ni evitar, pero sí se puede sufrir. La autora aborda esto desde historias individuales hasta estadísticas por ejemplo en América Latina de acuerdo al informe que presentó Oxfam en 2018 el 87% de las jóvenes creen que los hombres tienen mayor deseo sexual que las mujeres. De acuerdo al mismo informe el 65% de los varones de 15 a 19 años están de acuerdo con la idea de qué las mujeres dicen que no cuando quieren decir que sí.

Tenembaum plantea que tenemos que estar atentas en que las demandas feministas no sean captadas por quién quiere sociedades cada vez más punitivas y controladas. Nos mueve el deseo y ese tiene que ver con nuestro horizonte queremos disidencia, no queremos orden y represión. Éstos están en varias partes por supuesto quienes quieran encerrar a todos los negros violadores y que tratan de vender ese odio como una contribución a la lucha de las mujeres. Están también quien es con las mejores intenciones pretenden encontrar una fórmula mágica del consentimiento el santo grial que garantice la imposibilidad de los malentendidos y las ambigüedades, citando el caso de las universidades de EEUU. Sin embargo, para la autora hay algo de la obsesión por la palabra mágica “sí” para encontrar una fórmula estandarizada para distinguir situaciones violentas de las no violentas que le parece inútil ya está contraproducente. Inútil porque esa palabra mágica no existe sabemos que ni siquiera el hiper explícito sí en condiciones de vulnerabilidad o desigualdad es un sí hecho y derecho. Y contraproducente porque termina planteando la violencia sexual como una especie de cuestión puramente técnica como si el problema de los varones fuera encontrar algún tipo de señal secreta infalible de consentimiento. Para la autora no se trata de fórmulas mágicas sino de qué realmente te importe que le pasa la otra persona, mirar a la mujer que tienes enfrente. "No queremos códigos, si no queremos condiciones simbólicas y materiales para negociar cada uno de los términos de lo que tenemos ganas de hacer. Queremos que se nos trate como adultos responsables capaces de consentir, desear, tomar decisiones y darlas a conocer como propias". "Para eso necesitamos que esas decisiones estén disponibles si mi negativa no va a ser escuchada no sirve de mucho que aprenda a verbalizarla si no tengo los medios para mudarme de la casa que comparto con mi violador".

Así reconoce que ha surgido la venganza como la solución. Por una parte, en América Latina que piden condenas más duras y bajar de edad de imputabilidad y en un tipo de intervención con una historia compleja: los escraches, instrumentos de justicia popular contra la impunidad. El señalamiento público se transforma en una forma de memoria y autodefensa contra gobiernos que quisieron borrar horrores de violencia en diferentes países. La autora señala que la noción de castigo el acento en el señalamiento de culpables antes del cambio colectivo. Aceptar el relato del escracheo, plantea, es comprar la idea de qué si marcamos a todos los violentos con una cruz en la frente el problema queda resuelto es también decidir que nos importa más separar a los buenos de los malos que revisarnos todos a nosotras mismas. La última pregunta que plantear tiene que ver con la maternidad. Reconociendo la conciencia que hoy en día hay sobre tener o no tener hijos y las conversaciones que tienen sobre esto. Planteando las exigencias y vigilancia que hay sobre ellas por diferentes medios.

En relación con el rol del Estado con la maternidad, la autora cita el libro de Badinter que deja una enseñanza fundamental para acomodar los deseos diversos de las madres lo que se necesita es un estado presente que ofrezca una variedad muy amplia de políticas públicas. Licencias largas, pero no sólo eso licencias de paternidad-con incentivos adecuados para que los varones las tomen-horarios accesibles para que las madres puedan seguir maternando mientras trabajan, guarderías y jardines públicos con buenas coberturas horarias y geográficas. Tamara Tenembaum también habla de la importancia de la crianza en comunidad. Señalando que los lazos solidarios que podamos tender entre mujeres son imprescindibles. Concluye "hay que crear las condiciones simbólicas para nombrar lo que nos violenta en pararlo antes de que sea tarde antes de que la única pregunta que queda sea la pregunta por el castigo”.